Todo empezó con la convocatoria desde plataformas ciudadanas para protestar contra los desmanes del sistema bancario y la actual partitocracia. En muy pocos días se formó y desbordó en el país (incluso fuera de él) el movimiento de los llamados indignados. Sin colores ni siglas, y de marcado carácter asambleario y en algunos casos horizontal.
Objeciones aparte, las multitudinarias concentraciones y acampadas que han sembrado las plazas de las ciudades desde el 15-M son un ejemplo de la capacidad organizativa del pueblo cuando decide ser protagonista de su propia vida; superando la apatía, la resignación y la ausencia de una toma de conciencia con la que articular respuestas. Las respuestas del Poder son conocidas: manipulación mediática y sangrienta carga de los mossos de esquadra en Barcelona.
Arriba, perspectiva de una asamblea celebrada durante la concentración-acampada en la Plaza de la Constitución en Albacete (foto de Rubén Serrallé para «La Tribuna de Albacete»).
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