Finalmente las autoridades se han arrancado la máscara. Por orden de las autoridades de Moscú y de docenas de otras regiones, lxs residentes, bajo el pretexto de una epidemia de coronavirus, tienen prohibido salir de los apartamentos en los que viven. Esto significa el establecimiento real de un régimen totalitario. Sólo en Moscú quince millones de habitantes de una de las mayores metrópolis de Europa están bajo arresto domiciliario, como presxs de facto.
Lxs desafortunadxs o atrveidxs que no pueden soportar estar presxs entre las cuatro paredes de sus pequeñas celdas durante varios días, serán castigadxs severamente: desde multas gigantescas hasta prisión. Algunas ciudades ya han introducido permisos especiales para salir de casa; en Moscú, se está discutiendo una “innovación” similar. Se están introduciendo métodos de vigilancia total y de control, lo que nos hace recordar las páginas más oscuras de Orwell y del cyberpunk distópico.
El sistema de salud pública de Rusia, como en muchos otros países, fue virtualmente destruido o grandemente debilitado por lxs políticxs, protegidxs de lxs ricxs, durante las “optimizaciones” de las últimas décadas. Es debido a esto que los problemas han surgido casi por todo el mundo con el tratamiento de no solamente cientos de miles, sino incluso de cientos de personas seriamente enfermas. Es precisamente en esta situación que el pánico de las masas en torno a la epidemia se asocia con lo que han mostrado los medios y los círculos gobernantes de los diversos países. Están intentando resolver estos problemas con medidas de emergencia a corto plazo (modificar el perfil temporalmente de los hospitales y sanatorios existentes, aumento temporal de los salarios de lxs médicxs, inversión temporal en sanidad), sin cambiar el curso socioeconómico total que se pretende en interés de los mayores capitalistas y los funcionarios veteranos.
Hoy, en Rusia, se castiga a la población con el arresto domiciliario, la pérdida del empleo y la privación de la posibilidad de vivir normalmente por no resistir adecuadamente la “optimización” neoliberal de la esfera sanitaria: reducción de camas hospitalarias, eliminar profesionales de la salud, eliminar subestaciones de urgencias, vender institutos de investigación, transferir a la opción de seguros para la venta de servicios médicos en vez de ofrecer asistencia, la destrucción del sistema de selección de médicos y los sistemas de selección profesionales, etc.
Las medidas totalitarias de las autoridades se han convertido en un duro golpe para la situación socioeconómica de la población trabajadora. El cierre de muchas empresas, compañías y servicios, priva a cientos de miles de trabajadorxs de sus medios de vida. En algunos lugares se les promete compensación material, pero de una cantidad insuficiente para una vida decente. Lxs propietarixs de muchas empresas se niegan a seguir pagando salarios por este tiempo de cierre. Las partes más vulnerables de la gente trabajadora están en una situación particularmente difícil –quienes trabajan de manera “informal”, sin contratos y en “la sombra” de la economía: ¡no van a recibir nada en absoluto! Quienes, por el contrario, se ven obligadxs a seguir trabajando (en transporte, sanidad, tiendas, etc.) se ven a menudo privadxs de los medios básicos de protección contra la infección.
Las autoridades han transferido totalmente las cargas materiales de la situación de crisis a los hombros de la gente trabajadora. La oligarquía dominante no quiere todavía forzar a la gente rica a pagar. Por el contrario, continúa sacando impuestos de los pequeños ahorros que la gente pudo guardar a lo largo de los años.
En estos días difíciles, la Sección rusa de la Asociación Internacional de los Trabajadores expresa su rotunda protesta contra las acciones totalitarias de las autoridades y ofrece su total solidaridad con todas las personas trabajadoras. Somos conscientes de que, bajo las condiciones de un régimen de arresto domiciliario, la posibilidad de resistencia abierta y masiva es pequeña. Pero cada persona que se vea forzada a quedarse en casa o a seguir trabajando está en mejor posición que otrxs para ser consciente de sus capacidades y evaluar el potencial de sus acciones.
Por supuesto, una epidemia es una epidemia, incluso aunque se haya exagerado histéricamente su peligro y es necesario observar normas elementales de higiene individual. Pero aún más razón para demandar de las autoridades y de lxs jefes medidas mejoradas para asegurar una adecuada seguridad en el trabajo para quienes continúan trabajando a día de hoy: debe facilitárseles todo el equipo de protección con cargo a lxs empresarixs o al estado, se deben llevar a cabo tratamientos sanitarios con regularidad, etc. Urgimos a los colectivos obreros a presentar estas demandas y luchar por ellas resueltamente, incluso hasta la organización de huelgas allí donde aún se continúe trabajando.
A quienes se ven obligadxs a quedarse en paro (temporal o permanentemente) se les debe continuar pagando los salarios. Esta demanda debe ponerse en primer lugar. Si se arruina la empresa o la institución en la que trabaja la gente, este dinero lo debe pagar el estado, ya que forzó a la gente a dejar de trabajar. ¡También se lo pueden sacar a lxs multi-ricxs y mil millonarixs!
Se deben buscar oportunidades aceptables para que la gente compre en las tiendas y pasee para mejorar su inmunidad. Para quienes han sido obligadxs a quedarse en arresto domiciliario por parte de las autoridades, nuevas formas de protesta y resistencia no relacionadas con las acciones en centro de trabajo, por ejemplo, una huelga de pago de alquileres y servicios, similar a la huelga de inquilinxs que organizan lxs anarcosindicalistxs españolxs desde el 1 de abril.
Y, por supuesto, la asistencia mutua “desde abajo” sigue siendo lo más importante en condiciones de aislamiento social forzado y de intentos de las autoridades de romper nuestros lazos sociales: ayuda para comprar productos a quienes no pueden salir de casa, apoyo a las personas enfermas y en cuarentena, solidaridad de unxs con otrxs.
Urgimos a lxs trabajadorxs a que no pierdan contacto entre sí, que no sucumban a la exclusión social que se nos ha impuesto y que se auto-organicen –primero en redes sociales y después en el lugar de residencia y, cuando surja la oportunidad, en los centros de trabajo para defender sus derechos humanos y laborales y sus intereses.
¡Nuestros derechos no están en cuarentena!
¡No llores, organízate!»